Reflexiones metodológicas sobre el mestizaje en la Nueva
España. Una propuesta a partir de las familias del  Real  de Bolaños, 1740-1822

David  Carbajal López
Universidad de Guadalajara

Con  base en  el método de  reconstrucción de  familias se logró  un  acercamiento a las estructuras familiares en  el curato minero de  Bolaños durante el periodo 1740-1822. El procesamiento sistemático de  los datos contenidos en los libros de bautizos, matrimonios y defunciones bolañenses permitió descubrir la existencia de  familias pluriétnicas, las cuales estaban integradas por parejas eclesiásticamente unidas, quienes tenían hijos biológicos legítimos pero con calidades étnicas distintas en al menos uno de sus vástagos El hallazgo de las familias pluriétnicas cuestiona las propuestas según las cuales la asignación de  la calidad étnica de los feligreses era  el resultado de la aplicación de  criterios socioculturales, socioeconómicos y clasistas, o la combinación de éstos, como tradicionalmente se ha propuesto en la historiografía demográfica sobre la Nueva España

 

Palabras clave: Reconstrucción familiar, mestizaje, familias pluriétnicas,  Bolaños.

 

Los testamentos revelan también los azares de la genética en las familias numerosas, como  en el caso [de] la unidad doméstica compuesta por “María, mulata herrada de mi nombre, casada con esclavo mío, un mulato herrado, llamado Juan”; sus hijos  eran Dominga, mulata de 7 años, que murió, Pascuala, mulata de 4 años, Lucía  su hermana, descrita como “niña blanca”, y por último María, una niña mulata señalada como  hermana de las anteriores.1

El presente trabajo tiene por objetivo explicar el proceso de mestizaje ocurrido  en  las familias del  asentamiento minero de Bolaños durante el lapso 1740-1822.2  La decisión de  acercarnos a una población minera “inestable” con  la perspectiva de  evitar el anonimato de  sus habitantes mediante la reconstitución familiar, con  base en  la captura de  la totalidad de  los datos contenidos en los registros parroquiales de bautizos (17 470), matrimonios, (2 685) y defunciones (15 311), se convirtió en un reto, pues en la historiografía demográfica3 generalmente se considera improcedente la aplicación del método de  reconstrucción de  familias para el estudio de  las comunidades novohispanas. Sin embargo, salvados los obstáculos y apoyados en  35 466 actas parroquiales, logramos acercarnos a la composición racial y el tamaño de 2 409 familias bolañenses correspondientes al periodo colonial tardío.

 

Contexto económico y social en Bolaños

El lapso de 1740-1822 estuvo caracterizado tanto por bonanzas y penurias en la extracción y el beneficio del  mineral argentífero local  como  por  marcados altibajos de la población, la cual  vivió un proceso de mestizaje resultante de la diversidad racial de  los habitantes de  Bolaños. El asentamiento estaba ubicado en una región indígena hostil e inmerso en una sociedad de frontera donde la actividad minera fungió como  polo  de  atracción económica para la población española y mezclada de las comarcas aledañas (ver mapa 1).
La minería bolañense incidió en el proceso de mestizaje y en la dinámica poblacional de  un  asentamiento organizado económica, política y jurídicamente bajo  un modelo hispano, donde al igual que en otros reales de minas convivían e interactuaban indígenas, españoles, mestizos, mulatos y otras castas. Dicha  situación propició una sociedad plural, en la que los vínculos y la convivencia entre las razas, ligados al trabajo específico de  la extracción  y el beneficio del  mineral, favorecieron gradualmente un relajamiento de  las rígidas estructuras sociales y del  comportamiento (relativamente) endogámico imperantes en otros pueblos y ciudades de la Nueva España.4

Estos factores repercutieron en  el estilo de  vida  y, por  consiguiente, en  la manera en que los bolañenses se comportaron con relación al mestizaje, la procreación, la migración, el matrimonio y la muerte.

 

Reconstrucción de familias en la historiografía novohispana

Algunos estudiosos de la población novohispana señalaron las virtudes del método que plantea estudiar a la población con  nombre y apellido, pero cancelaron su utilización en  las comunidades de  la Nueva España debido a que “la  aplicación del  método de reconstrucción de  familias es riesgosa, y a veces, casi imposible, por la manera irregular en que se transmitían los apellidos, la elevada frecuencia de apellidos repetidos, la alta proporción de niños ilegítimos”,5 los intensos movimientos migratorios,  la amplia magnitud de la población y extensión de las parroquias, el subregistro de hechos vitales, y finalmente, la existencia de ciertas deficiencias en la precisión de los datos demográficos contenidos en los registros parroquiales.6 Por ello, “las familias que pueden ser reconstituidas a partir de  las actas de  casamiento son aquellas que pertenecen al sector más aculturado y cercano al orden español, además de  ser las más estables”.7  Consecuentemente, la pretensión de  aplicar la reconstrucción de  familias en  un  real de  minas como  Bolaños, donde la población indígena y mezclada con  alta movilidad era  una constante, resultaba un  intento arriesgado y no exento de  complicaciones. Thomas Calvo, en su investigación sobre Acatzingo, menciona que

el contenido de las actas y el volumen de la documentación pronto evidenciaron que el método europeo llamado de reconstitución de familias era  imposible de aplicar. ¿Cómo establecer fechas de cada matrimonio si  los  indígenas no  usaban apellidos, sino  dos nombres no  transmisibles? Así,  el intento de  identificar cada pareja o fijar  la filiación de cada niño  equivaldría a resolver un rompecabezas […] En cuanto a los mestizos, reconstruir familias sería posible si su población fuese relativamente estable, pero esto último no se ha comprobado.8

Claude Morin, por  su  parte, en  el estudio demográfico que realizó sobre Zacatelco advierte que “en vista de la imposibilidad de reconstruir las familias, el escrutinio de  las  actas se limitó  a un  enlistado anónimo que implica algo  más que un  simple conteo”.9 En la misma línea, Cecilia Rabell refiere que el método para reconstruir familias creado por Louis  Henry10   consiste en “seguir la historia demográfica de cada pareja y sus descendientes durante varias generaciones. Este método, llamado la ‘vía real’ de  la demografía histórica, ha  sido  aplicado a  poblaciones de  diversos países con  resultados muy  valiosos”.11 Sin embargo, en  las comunidades novohispanas su  utilización “se enfrenta a  serios escollos metodológicos”,12 pues en  ellas se presentaban movimientos migratorios intensos y sus poblaciones no eran homogéneas.
En  tales circunstancias, “estas  afirmaciones generalizadas  se convirtieron en  una especie de  dogma cuya consecuencia fue  que los investigadores en  demografía histórica terminaran por  descartar la utilidad de  esta técnica”.13  Dicha  situación propició que la mayoría de  los estudios sobre población realizados hasta la fecha hayan empleado el método de  análisis agregativo, el cual  “se basa en  la suma de  las series de  hechos (bautismos, matrimonios y muertes) ocurridos durante un  periodo determinado y no distingue individuos ni familias”.14  Por tanto, un  paso importante de la demografía histórica en  nuestro país consiste en  modificar y adaptar el método de reconstitución familiar a las características de los archivos parroquiales, así como a las circunstancias de las sociedades de la Nueva España y del  México de  la primera mitad del  siglo XIX, “puesto que la organización social novohispana no presenta las mismas características que la europea”.15
En ese sentido, ya se han realizado al menos cuatro esfuerzos por aplicar  la metodología de  la reconstrucción familiar a poblaciones novohispanas y mexicanas, aunque los  primeros dos  de  estos intentos tienen resultados muy  acotados por  el  universo de  datos manejado. El primer trabajo fue  elaborado en  1989  por  Tomás Calvo,16 quien empleó una variante metodológica con  la finalidad de  reconstituir la  mayor cantidad posible de  familias en  la urbe tapatía de  la segunda mitad del  siglo  XVII.

Este historiador se inclinó por  llevar a cabo su  estudio en  Guadalajara, a pesar de sus altas tasas de ilegitimidad (alrededor del 50%) y de la significativa movilidad de su población, debido a que desde su perspectiva las condiciones económicas, geográficas y sociales tapatías eran más favorables que las  existentes en  la parroquia rural indígena de  Acatzingo.17  De acuerdo con Calvo,  el método que adoptó “hace también que la población migrante se excluya parcialmente por sí misma: en efecto, tomamos como punto de  partida los matrimonios de  la  década  1666-1675, excluyendo a priori  todas las parejas  con  alto riesgo de  movilidad o con  patronímicos inexistentes o demasiado comunes”.18 En síntesis, Calvo  logró  un  acercamiento a la fracción más estable de la población tapatía.19
El segundo intento, efectuado por  Herbert Klein en  1993,  se titula “Familia  y fertilidad en  Amatenango,  Chiapas (1785-1816)”.20 En este trabajo el autor señala que para obtener mejores resultados en  la reconstrucción familiar es necesario estudiar a  la  población indígena rural de  las zonas más aisladas, ya que en estas comunidades “las tasas de ilegitimidad eran bajas y la migración no era  un  problema serio”.21 En su trabajo Klein logró reconstituir 319 familias de Amatenango. Resultados favorables, pero obtenidos mediante una metodología restringida a lugares con  características muy  específicas y con  archivos parroquiales bien conservados y relativamente completos.
El tercer esfuerzo fue  el de  Norma Angélica Castillo Palma, quien en 2001  publicó los  resultados de  su  investigación en  torno al proceso de mestizaje en Cholula entre 1649 y 1796.  Castillo refiere que en su estudio utilizó el método llamado nominativo para ordenar sus reportes, “ya  que esta vía  es la  que permite llegar a  la  posibilidad de  reconstitución de familias. Los nombres y apellidos de  los individuos y la identificación de sus vínculos familiares, aunque variables, constituyen el único medio de comparación de las calidades socioraciales de la población”.22
Finalmente, el cuarto trabajo en el que se empleó el método de reconstrucción de familias es obra de David  Robichaux, quien estudió la comunidad indígena de Acxotla del Monte, en lo que hoy es el estado de Tlaxcala, a 20 kilómetros de  distancia de  la capital poblana.23  Robichaux realizó la reconstitución de familias tras la recopilación de “casi 11 000 fichas individuales para el periodo que va de 1652 a 1996”,24 con base tanto en las series parroquiales como en las del registro civil, establecido éste en la localidad a partir de octubre de 1867.25 Después de la aplicación del método de reconstitución de  familias, Robichaux logró determinar, entre otros indicadores, la edad al contraer matrimonio, el intervalo entre el casamiento y el primer parto, el periodo intergenésico y la fecundidad de  las mujeres de  Acxotla del  Monte, con  lo cual  demuestra que en  comunidades indígenas donde habitaron personas sin apellidos durante el periodo novohispano y decimonónico “es posible y recomendable utilizar la técnica de Louis Henry”.26

 

El método de reconstitución familiar en Bolaños

En este contexto historiográfico decidimos recurrir a la puesta en marcha del  método de  reconstitución de  familias, pues los obstáculos anteriormente mencionados han sido  superados en  el caso del  curato bolañense.  En  cuanto a  las  altas tasas de ilegitimidad y abandono, en  Bolaños durante nuestro lapso de  estudio detectamos que éstas representaban alrededor del 21 por ciento, proporción significativamente menor al 50 por ciento de Guadalajara durante la segunda mitad del siglo XVII.
Respecto de la movilidad espacial, los centros mineros tienen la reputación de  ser  asentamientos con  intensa inestabilidad demográfica debido a los flujos  migratorios propiciados por  altibajos en  la extracción y el beneficio del mineral.27 Sin embargo, independientemente del porcentaje de  población flotante, existió en  nuestro real  de  minas un  pequeño, aunque significativo, número de habitantes arraigados, que aun en los malos momentos permanecieron en el lugar.
Sobre la crecida población y extensión de las parroquias novohispanas, cabe mencionar que en  la jurisdicción eclesiástica de Bolaños la mayor cantidad de  residentes se presentó en  la década de 1750,  cuando llegaron a vivir  poco  más de  10 mil personas. Por otro lado, en  la época colonial el área que abarcó el curato bolañense no excedió los 5 kilómetros cuadrados de  extensión, por  lo que es un  territorio manejable, e inclusive menor que los 22.5 de la villa francesa de Crulai, a diferencia de los 200 kilómetros cuadrados que tuvo en el siglo XVIII  el beneficio curado de Acatzingo.28 Si bien es cierto que la ausencia de apellidos y su transmisión irregular en algunos grupos étnicos representan serios inconvenientes, también lo es que en  el caso de Bolaños logramos identificar unidades familiares sin apellidos auxiliados por la procedencia de los padres y por el intervalo intergenésico.

 

Familias y mestizaje en Bolaños

Una  interrogante central de  la  presente investigación gira   en  torno a cuál  fue  el criterio empleado por  los sacerdotes para asignar una calidad étnica a  los  feligreses en  los  registros parroquiales. Desconocemos los criterios empleados por  los  sacerdotes en  otros lugares de  la Nueva España; no obstante, para el caso de  Bolaños a partir de  la identificación de  familias pluriétnicas, esto es, parejas legalmente casadas y con  hijos biológicos legítimos con  adscripción racial distinta entre sí,  consideramos que los ministros eclesiásticos encargados de  redactar las  actas parroquiales de 1740  a 1822  asentaban la calidad étnica de  la población basados principalmente, que no únicamente, en  las  características fenotípicas de  los  feligreses. Asimismo, al descubrir que un mismo feligrés podía recibir una adscripción racial diferente en  cada sacramento, y no necesariamente para escalar en  el ámbito social, suponemos que esto se debía, por  un  lado,  a variaciones en  la apreciación de  los párrocos y, por el otro,  a la posible modificación en  el color  y los rasgos que una misma persona podía presentar a lo largo de su vida.
El hallazgo de  las familias pluriétnicas rompe con  las propuestas según las cuales la asignación de  la calidad étnica de  los feligreses era el resultado de la aplicación de criterios sociales,29 socioculturales,30  socioeconómicos31 o clasistas,32 o la combinación de éstos,33 como  tradicionalmente se ha propuesto en la historiografía demográfica sobre la Nueva España. Por lo tanto, sugerimos un  replanteamiento de  los paradigmas y métodos mediante los que se ha  estudiado el proceso de  mestizaje34 ocurrido en  los centros mineros y las ciudades durante el periodo colonial tardío.


En  este contexto, y únicamente en  lo referente a los  registros parroquiales, insistimos que la adscripción racial en  el caso específico de  Bolaños se basó principalmente en  el aspecto fenotípico35 de  los feligreses, ya  que el “color de  la piel  y la forma del cabello [...] son  las  características anatómicas más a  menudo empleadas para determinar la  casta a que pertenecía un  individuo durante la época colonial”.36 En ese sentido contamos con testimonios como  el del capitán francés Jean de Monségur, quien tras su estancia en  la Nueva España a principios del  siglo XVIII escribía que

los niños que nacen de un europeo y de una india son  llamados mestizos.  Esa  generación no es desagradable, aunque es más obscura que la de  los criollos. La descendencia que procede de  un blanco y de  una negra, que se llama mulata, constituye una raza fea  y obscura, casi negra, con el cabello corto y encrespado como  el de los negros.37

Por  su parte, “Antonio Joaquín de  Rivadeneira y Barrientos (1710- 177?),  originario de  la  ciudad de  México, hijo  de  una noble familia de Puebla”,38  señaló que los indios “lejos de  ser hermosos, son positivamente de  un  aspecto desagradable,  malísimo color,  [y] toscas facciones”.39  A su vez,  Francisco Xavier Clavigero describió a  los indígenas como  individuos “de frente angosta, de  ojos negros y de  una dentadura igual, firme,  blanca y tersa; sus cabellos tupidos, gruesos y lisos; de poca barba y rala  y de ningún pelo  (por lo común) en aquellas partes del cuerpo que no recata el pudor. El color de su piel  es ordinariamente castaño claro”.40 Servando Teresa de  Mier  estableció que las señales para distinguir a  los mulatos eran “color obscuro, cabellos enroscados que llaman pasas y labios belfos”.41


Consideramos, sin  embargo, que el  asunto no  es tan sencillo, pues como  señala el licenciado Juan José Ruiz Moscoso, a finales del siglo XVIII había indicios de la dificultad

para distinguir en  estos reinos la  tal  clase [expósitos españoles] por sólo en color y facciones, respecto a que la experiencia enseña que hay muchos de notoria infecta casta con color y facciones de español, como son  los que llaman moriscos y albinos; y que por el contrario, hay  hijos de  españoles que por  su  color  y facciones (que son  los únicos medios por donde se ha de formar juicio  de la calidad de unos niños cuyos padres no se saben) parecen mulatos o moriscos.42

Esta aparente confusión en la asignación de la calidad étnica en la sociedad novohispana ha propiciado que historiadores como David Brading señalen la posibilidad de que para ciertos grupos las categorías raciales fuesen durante el  periodo colonial tardío simples etiquetas arbitrarias perpetuadas por el registro parroquial.43
A pesar de tal opinión y de que algunos investigadores consideran que “la  aplicación del  método de  reconstrucción de  familias es riesgosa, y a veces casi  imposible”,44  identificamos 2 409 unidades familiares durante nuestro periodo de  estudio con  la finalidad específica de  acercarnos a su composición étnica y número de miembros (ver tabla 1 y gráfica 1).

a)   Familias pluriétnicas
Mediante la utilización del método francés detectamos 1 184 familias pluriétnicas (unidades conformadas por  parejas eclesiásticamente unidas que tenían hijos  biológicos legítimos, pero con calidades étnicas distintas en  al menos uno  de  sus vástagos), las  cuales, a pesar de  la complejidad del tema, pueden ofrecer la clave de que la  adscripción racial en las actas

de  bautismo, matrimonio y defunción giraba en  torno principalmente a los rasgos fenotípicos. Cabe destacar que las  1 184 familias pluriétnicas corresponden al 49.15%  de  las  unidades familiares que logramos reconstruir para el periodo colonial. En ese contexto, esperamos que la información  contenida en  la siguiente tabla proporcione elementos para avanzar en el tema del mestizaje novohispano.

Para ilustrar el tema de  las  unidades familiares pluriétnicas presentamos los  casos de  las  familias Bran  Liñán, Esquivel Castro y Segovia Arellano. En  el primero de  ellos,  Bartolomé Bran,45 lobo,  llegó  a Bolaños en  1738  procedente de  Atotonilco el Alto.  Un año  más tarde, Bartolomé conoció a María Teresa Liñán, mulata. María Teresa era  hija  de  Juan Antonio Liñán y de  María Josefa Moreira. Tras la muerte de  Tomás Durán, su  primer marido, María Teresa decidió abandonar su  natal Tlaltenango para ir al centro minero bolañense. Pocos meses después de  conocerse, Bartolomé de  20  años edad y María Teresa de  18  decidieron unirse en matrimonio, sacramento que recibieron el 5 de  febrero de  1740.  Hemos logrado averiguar que entre 1741  y 1764 Bartolomé y María Teresa procrearon 12 hijos, seis varones y seis mujeres, de  los  cuales cinco  murieron  en  promedio a los cuatro años de edad, y de  los siete restantes sólo cuatro lograron tener descendientes: Dionisio Gregorio, Josefa Lugarda, Francisca Luz  y Josefa Estanislao; cabe mencionar que las  dos  últimas fueron madres solteras.
Lo interesante de  esta familia radica, entre otros aspectos, en  que los hijos  biológicos y legítimos de  Bartolomé (lobo)  y María Teresa (mulata)  fueron registrados en  las  actas parroquiales (bautizos, matrimonios y defunciones) con  distinta calidad étnica; además, cinco  de  ellos  fueron designados con una etnia en el bautizo y con otra diferente en el entierro. Además, en un padrón de Bolaños correspondiente a 1770 los integrantes de la familia Bran  Liñán fueron registrados por el escribano José Saucedo Aguiar como  españoles. Los descendientes de la Familia Bran  Liñán permanecieron en  Bolaños hasta 1799,  año  en  que la minería local entró en un lapso de borrasca (ver estructura familiar 1).
La  familia Esquivel Castro estaba  conformada por  Francisco Javier Esquivel, originario de  Tlalmanalco, y Gregoria Castro Morales, oriunda de  Zacatecas. Se  casaron en  Bolaños en  1748.  En su acta matrimonial Francisco Javier apareció registrado como español, mientras que la calidad étnica de Gregoria Castro fue omitida por el sacerdote; sin  embargo, sabemos que en  el  padrón de 1770 levantado en  Bolaños, el  escribano José Saucedo Aguiar la anotó como  india; Francisco Javier Esquivel no apareció en  ese registro, pues había fallecido en  1767.  La pareja procreó nueve hijos, de  los cuales ocho  aparecieron registrados en  los libros parroquiales como  españoles, salvo Antonio Rafael, que en su acta de entierro apareció como  mestizo. Un rasgo significativo es que, en dicho padrón de 1770, Petra Casilda, Ana María y Antonio Rafael fueron anotados como indios, mientras que Juana María apareció como española, al igual que en sus actas de bautizo y matrimonio (ver estructura familiar 2).
La última de las familias pluriétnicas que presentamos es la conformada  por  Vicente Segovia, indio, y Manuela Arellano, mestiza. Esta pareja llegó  en 1780 a Bolaños, donde tuvo dos  hijos: José María y José Antonio, ambos mestizos. José María, por su parte, se casó en 1801 con la indígena Agripa Calderón, con  quien tuvo diez  hijos  entre 1802  y 1827,  los cuales fueron registrados en los libros parroquiales como  indios, españoles  y mestizos. De nuevo surge la multicitada pregunta: ¿cuál era  el criterio de los sacerdotes para determinar la calidad étnica de los feligreses? En este caso, como  en otros, la cuestión económica y el aspecto cultural quedaron en  segundo término, por  lo que, a pesar de  sus variaciones, el elemento

fenotípico es la opción más explicativa, pues estamos tratando a una parte de  la población con  un  proceso de  mezcla genética muy  intenso (ver estructura familiar 3).

b)  Familias españolas (1740-1822)
El 24.78% de las 2 409 familias reconstruidas en el periodo 1740-1822 eran españolas. Este tipo  de  células sociales estaba integrado generalmente por personas de piel blanca y rasgos caucásicos, las cuales aparentemente no estaban mezcladas. En la siguiente tabla se muestra el número de unidades familiares y la cantidad de hijos  que las integraban.

Una  de  las familias españolas que claramente representaba a  este sector era  la compuesta por  el peninsular Juan Antonio Cairo y la criolla Juana González, quienes tuvieron nueve vástagos: cinco varones y cuatro mujeres. En este caso, los descendientes que detectamos fueron registrados en  las actas parroquiales y en  un  padrón de  1770  como españoles. Juan Antonio Cairo  llegó  a Bolaños en  la  década de  1750, atraído por  la  bonanza que experimentaba la  minería bolañense. Durante su estancia en el lugar se dedicó a la actividad minera, pues tenía la posesión de  algunas minas y era  propietario de  una hacienda de  beneficio. En 1797, cuando las condiciones en  la extracción y el beneficio del  mineral empezaron a  empeorar, Juan Antonio Cairo, acompañado de  su esposa, hijos (Juan Antonio y Miguel), nueras y nietos, abandonó Bolaños con  rumbo a Guadalajara, donde los localizamos en  las parroquias del Sagrario, Mexicaltzingo y el Pilar.46 Este hecho demuestra que la movilidad geográfica no es un impedimento para la reconstitución de las familias. Inclusive detectamos los desplazamientos de Juan Antonio Cairo  hijo,  quien junto con  su esposa María Trinidad Ramos, después de  Guadalajara, se trasladó en  1799  a Momax, al año  siguiente regresó a la urbe tapatía y en 1801  se desplazó a Sayula, lugar del  que nuevamente retornó a Guadalajara. Uno  de  los hijos de  esta pareja, de  nombre Arcadio, fue  ordenado presbítero en  la sede del  obispado en  1823. Asimismo, sabemos que Miguel Cairo  y Ana  Muñoz llegaron a Guadalajara con  sus hijos, entre quienes estaba la  recién nacida Atilana. A

principios de  la década de  1820  Atilana Cairo  se casó en  la urbe tapatía con  Anacleto Herrera Ayón,  de  cuyo  matrimonio nació José Ignacio Marcelino Herrera y Cairo, el cual  fue  gobernador de  Jalisco en  1856,  al triunfo de la revolución de Ayutla.47 Fue aprehendido y fusilado el 20 de mayo de  1858  por  su filiación al partido Liberal.48 Una   calle  céntrica de Guadalajara lleva  su nombre (ver  estructura familiar 4).

c)   Familias indígenas (1740-1822)

Una de las 445 unidades familiares de indios que logramos reconstruir es la conformada por Felipe Galindo y Martha Josefa Carillo, quienes entre  1753  y 1770  procrearon siete hijos. Generalmente los indígenas eran clasificados como  tales debido al pelo  lacio  y obscuro, además de  la piel morena (ver estructura familiar 5).

d)  Familias mestizas (1740-1822)
En la medida en  que la mezcla racial aumentó en  Bolaños durante el periodo  colonial tardío, el número de familias mestizas se redujo significativamente, pues de las 2 409 que logramos reconstruir para el periodo sólo detectamos 127.
Entre este tipo  de  familias se hallaba la unidad doméstica conformada  por  el mulato Antonio Basilio García y la mestiza Gertrudis Martina Preciado. Antonio Basilio, hijo ilegítimo, llegó  al centro minero bolañense

procedente de  Aguascalientes en  1774  y conoció a  Gertrudis Martina, originaria del real  de minas e hija ilegítima de María Inés García. Antonio Basilio y Gertrudis Martina contrajeron nupcias el 25 de  junio  de  1776,  y en el lapso de 1778 a 1791 procrearon siete hijos  clasificados en los registros parroquiales de  bautizos y defunciones con  la adscripción étnica de su progenitora (ver estructura familiar 6).

e)   Familias mulatas (1740-1822)
Finalmente llegamos a las familias mulatas, de  las cuales detectamos únicamente 56, esto es apenas el 2.32%  de  nuestro universo de  2 409. Entre este tipo de  unidades familiares se hallaba la conformada por  la pareja de  mulatos Juan Pablo Pacheco y Polonia Bernarda Covarrubias, quienes tuvieron seis hijos durante el periodo 1758-1767 (ver  estructura familiar 7).

 

Consideraciones finales

Respecto de  la problemática planteada, consideramos, por  un  lado,  que el comportamiento poblacional bolañense fue impactado de diferentes maneras y en diversos grados por los altibajos productivos de la minería local; y por el otro, que la detección en Bolaños de  familias pluriétnicas conformadas por  parejas eclesiásticamente unidas que tenían hijos  biológicos legítimos, pero con calidades étnicas distintas en  al menos uno  de  sus vástagos, aporta evidencias sólidas para plantear que los párrocos locales asignaron la adscripción racial de  los bautizados, casados y difuntos bolañenses basándose generalmente en las características fenotípicas de sus feligreses.
Consideramos que manejar a los bolañenses de  las  distintas adscripciones étnicas como  integrantes de  unidades sociorraciales con una cultura, una clase social, un  nivel  económico y un  estatus comunes en  cada grupo racial supondría que la totalidad de  los registrados como  indios, españoles, mestizos, mulatos y otras castas pertenecían a  familias homogéneas, con  el consecuente riesgo de  excluir a los integrantes de  las unidades familiares pluriétnicas.
Generalmente se considera que en los siglos XVII y XVIII el crecimiento demográfico de  las  mezclas raciales se debió principalmente a las  uniones ilegítimas; sin  embargo, con  base en  el descubrimiento de  familias pluriétnicas en  Bolaños detectamos que el mestizaje sucedió en  mayor proporción en  el seno de  uniones matrimoniales legítimas. Es  decir, en ciudades y reales de minas del periodo colonial tardío novohispano como Bolaños la mezcla racial era  tan compleja que había individuos con información genética lo suficientemente diversa como  para engendrar hijos con características físicas acentuadamente diferentes entre sí. Finalmente,  es preciso señalar que este hallazgo fue  posible gracias a la decisión metodológica de  trascender el anonimato de  la población bolañense mediante la utilización del método de reconstrucción de familias.

 

Siglas y Referencias
AGN    Archivo General de la Nación, México
APSJB Archivo de la Parroquia de San José de Bolaños, Bolaños, México.

 

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Notas:

1 Castillo Palma, “Matrimonios mixtos y cruce de la barrera de color”, p. 109.
2 Respecto al periodo de estudio, la fecha inicial obedece a que en 1740 los frailes franciscanos comenzaron a registrar bautizos, matrimonios y defunciones de  los pobladores bolañenses, y el criterio que se utilizó para concluir en 1822 responde al hecho de que en ese año  el párroco de Bolaños dejó  de asentar la calidad étnica de los feligreses en las actas parroquiales.
3 Calvo, Acatzingo, p. 25;  Morin, Santa Inés, p. 29; Rabell, La población, p. 9; Rabell,
Oaxaca, p. 18.
4 Carmagnani, “Demografía y sociedad”; Brading, “Grupos étnicos”; Robinson, “Patrones de  población”; Flores, “El lado  oscuro”. Existen varios testimonios sobre el  estilo de  vida  desordenado y las costumbres relajadas en  los reales de  minas novohispanos. En relación con Bolaños, en 1755 José Gorospe, corregidor del lugar, informó al  virrey sobre “los excesos que se han cometido en los cerros de estas minas, [...] siendo constantes las incontinencias públicas y escandalosas en  que estaban viviendo sus habitadores, las embriagueces de  estos mismos, lo divertido en  que se hallaban con  juegos prohibidos”. agn, General de  Parte, vol. 41, exp. 85, fs. 47v-48. En 1810, por su parte, “José Perfecto, cura del real de Nuestra Señora del Rosario, en  Sonora, escribió que en  el centro minero había tal desorden en  toda la sociedad que una buena parte vivía  en  la infelicidad ‘y muchos dicen que estamos en  Francia, por  el libertinaje de  las costumbres, y por  malos ejemplos de  las cabezas’”. Flores, “El lado  oscuro”, p. 95.
5 Rabell, Oaxaca, 2001, p. 18.
6 Rabell, La población, 1990,  p. 9; Pérez, “Evolución demográfica”; Tuirán, “Algunos hallazgos”, p. 278; Klein, “Familia”, p. 112.
7 Rabell, Oaxaca, 2001, p. 21.
8 Calvo, Acatzingo, 1973, p. 25.
9 Morin, Santa Inés, 1973, p. 29.
10 Henry, Manual.
11 Rabell, La población, 1990, p. 8.
12 Rabell, La población, 1990, p. 9.
13 Robichaux, “Uso del método”, p. 100.
14 Tuirán, “Algunos hallazgos”, p. 278.
15 Rabell, La población, 1990, p. 9.
16 Calvo, “Familias mexicanas”.
17 Calvo, “Familias mexicanas”, pp. 31-32.
18 Calvo, “Familias mexicanas”, p. 33.
19 Calvo, “Familias mexicanas”, p. 33.
20 Klein, “Familia”, 1993, pp. 112-122.
21 Klein, “Familia”, p. 113; Henry, Manual.
22 Castillo Palma, Cholula, p. 75.
23 Acxotla del  Monte fue  un  barrio de  la parroquia de  San  Luis Teolocholco hasta la primera década del  siglo XVIII, cuando se separó de  ésta para convertirse en  curato. Robichaux, “Uso del método”, p. 110.
24 Robichaux, “Uso del método”, p. 111.
25 Robichaux, “Uso del método”, p. 111.
26 Robichaux, “Uso del método”, p. 124.
27 Brading, “La minería”; Brading, Mineros; Bakewell, Minería y sociedad; Hadley, Minería y sociedad;  Flores, “El lado  oscuro”.
28 Calvo, Acatzingo, p. 9.
29 Castillo, “Matrimonios”, p. 137.
30 Souto, “Composición familiar”, p. 101.
31 Romano, Mecanismos, p. 71.
32 Von Mentz, Pueblos de indios, p. 85.
33 Castillo Palma, Cholula, p. 85.
34 “El mestizaje como  consecuencia de  la cohabitación de  un  hombre con  una mujer de razas diferentes y su reproducción biológica”. Castillo Palma, Cholula, p. 53. Entendido como “cruzamiento interracial […], restringido a su campo original, es decir, al estrictamente biológico”. Moreno Navarro, Los cuadros, pp. XIV-XV.
35 El fenotipo es definido como  el “conjunto de caracteres que presenta cada individuo” derivados del  “genotipo –conjunto de  factores heredados recibidos de  los progenitores”.  Moreno Navarro, Los cuadros, p. 3.
36 Aguirre Beltrán, La población negra, p. 165. “Existía cierto grado de acuerdo general en torno a los tres grupos raciales básicos: indios, blancos y negros. En este contexto, la identificación racial dependía del fenotipo. El color de la piel de una persona, la textura del pelo  y las características faciales representaban los principales factores que determinaban la etiqueta racial de una persona. Las categorías mixtas o de casta resultaron ser mucho menos universales. Desde el inicio  los matices de color y las mezclas de razas establecieron estereotipos de otras características y crearon ambigüedades dentro de la clasificación racial.” Patrick Carroll, “Perfiles”, p. 57.
37 Berthe, Las nuevas memorias, p. 41.
38 Brading, Orbe indiano, p. 515.
39 Brading, Orbe indiano, p. 519.
40 Clavigero, Carácter y costumbre, p. 12.
41 Teresa de Mier,  Historia de la revolución, p. 150.
42 Diego-Fernández, La Nueva Galicia, p. 103.
43 Brading, “Grupos”, p. 478.
44 Rabell, 2001, Oaxaca, p. 18.
45 “A menudo, los puntos africanos de  embarque [de  esclavos] servían como  apellidos: Isabel Angola, Francisco Bran, Agustín Mandinga y Sebastián Congo son ejemplos de esta práctica”. Carroll, “Perfiles”, p. 59.
46 Agradecemos la gentileza de  Claudio Jiménez Vizcarra, quien compartió con  el autor valiosa información sobre sus ascendientes decimonónicos.
47 Gabriel Agraz, Jalisco, p. 142.
48 Gabriel Agraz, Jalisco, p. 142.