Desde México. Apuntes de viaje de los años 1874-1875

 

Sergio Valerio Ulloa
Universidad de Guadalajara

Friedrich Ratzel,
Desde México. Apuntes de viaje  de los años 1874-1875,
México, Herder, 2009,  256 pp.

Las obras de gran cantidad de viajeros que pasaron por México durante el  siglo XIX tuvieron la  invaluable virtud de  dejarnos descripciones muy  ricas y detalladas sobre su territorio, paisajes, climas, flora, fauna y sobre todo de  su población. Pero, al mismo tiempo que describían la realidad mexicana, estos viajeros dejaban en sus textos mucho de su historia personal, su cultura, su mentalidad, su carácter y sus sentimientos. Provenientes de  sociedades muy  distintas a la sociedad mexicana decimonónica, sus relatos y descripciones muestran una tensión continua al comparar a México con  los países de  los que provenían. Ya no  es posible considerar los relatos paisajistas, geográficos o etnográficos, así como  cualquier producto historiográfico o literario, independientemente del acto que los hace posibles, ni sin una estrecha relación con su autor, su contexto y su horizonte de expectativa.
Ni aun la fotografía o las  pinturas con  pretensiones realistas escapan a estas condiciones en  el acto  de  la creación de  la obra fotográfica o pictórica, pues el lente se enfoca de acuerdo con la realidad que el fotógrafo quiere captar, ya no se diga el pintor que escoge también el punto donde sitúa su  caballete y decide qué colores emplear y qué elementos del  paisaje poner en  el cuadro. En todos los casos, ya sea a través de  un  modo escriturario o visual, la realidad sólo  está representada, como  lo explica Guillermo Zermeño en la introducción del libro  que reseñamos.
El autor de  estos Apuntes de  viaje  es el alemán Friedrich Ratzel, nacido  en  Karlsruhe el  30  de  agosto de  1844  y muerto en  Ammerlan el  9 de  agosto de  1904.  Después de  Alexander von  Humboldt, es uno  de  los geógrafos alemanes más influyentes del siglo XIX. Su obra estuvo influida por Charles Darwin y Ernest Heinrich, el creador del término “ecología”; por  ello  la obra de  Ratzel está atenta a las  relaciones del  hombre con  la naturaleza. En gran medida la visión de  Ratzel es la visión de  un  naturalista y de un geógrafo profesional del siglo  XIX, a la cual integra elementos etnográficos, socioeconómicos e históricos también influidos por  el pensamiento predominante en esas áreas en la Europa decimonónica.
Con  esos lentes culturales o con  ese utillaje mental Ratzel hizo  algunos  viajes como  reportero científico del  diario alemán Kölnische Zeitung, visitó varias regiones del  centro y sur  de  Europa y después viajó  a  los Estados Unidos de  Norteamérica  (1872-1874). A lo largo de  estos viajes Ratzel pudo constatar y comparar el desigual desarrollo social, cultural, económico y político de distintos países, e hizo  énfasis en el mayor desarrollo  de  las  regiones del  norte europeo y de  Norteamérica en  comparación con el menor desarrollo de los países del sur.  Después de su estancia en  Estados Unidos, Ratzel viajó  por  México y Cuba (1874-1875). Su viaje por México fue el primer encuentro con una región que hacía poco  más de medio siglo  se había independizado del imperio español. Como  resultado de  esos viajes Ratzel obtuvo el reconocimiento para ingresar como  catedrático de  geografía en  la Universidad Técnica de  Munich (1875-1886) y posteriormente en la Universidad de Leipzig (1886-1904).
El itinerario de  Ratzel por  México comenzó a principios de  octubre de
1874,  cuando se embarcó en  San  Francisco, California, rumbo al puerto de Acapulco. Ratzel había terminado su viaje  a través de  Estados Unidos a bordo de un buque de vapor de primera clase de la Pacific  Mail Steamship, cuyo  destino final era  Panamá, que pasó frente a las costas del Pacífico sin detenerse en ninguno de sus puertos hasta llegar a Acapulco, única escala que hacía el barco. De ese puerto se dirigió a la ciudad de  México, pero no escogió la ruta más directa y más acostumbrada, sino que partió hacia Petatlán, sobre la costa, en  dirección de  Zihuatanejo, luego comenzó a ascender rumbo a Huetamo y, pasando por  Tacámabaro, llegó  a Morelia. De ahí fue a Acámbaro y tomó la ruta tradicional hacia México, que pasaba por Toluca. A la capital del  país llegó  a fines de  noviembre. De México viajó  a Puebla, subió el Pico de Orizaba y visitó Córdoba y Veracruz. En este puerto tomó un  barco que lo llevó  a Coatzacoalcos y se internó en  el istmo de  Tehuantepec, pasando por  Minatitlán y Súchil. Llegó  a Tehuantepec y tomó rumbo a Totolapan, Mitla, Tlacolula y Tule, para después llegar a Oaxaca. De esta ciudad siguió hacia Cuicatlán, luego Tehuacán y Puebla, para regresar nuevamente a la capital del país.
Como  muestra este itinerario, Ratzel visitó lo que anteriormente correspondía a  gran parte la  Nueva España, pero no  visitó la  región del Bajío,  el  Occidente, ni  los  distintos nortes de  México. Al parecer tenía interés especial en  cruzar el Istmo de  Tehuantepec para verificar y constatar por  su  propia cuenta la posibilidad de  construir un  canal que atravesara del  golfo  de  México al  océano Pacífico. También le  interesó de manera especial la ciudad de México, donde estuvo más tiempo, además de  Morelia, Puebla, Oaxaca y los  puertos de  Acapulco y Veracruz. No le interesaron los centros mineros tradicionales y parecía tener más preocupación por descubrir y describir el trópico mexicano. Después de su visita a  México Ratzel viajó  a  Cuba, donde estuvo cuatro semanas más, para luego regresar a Europa, en la primavera de 1875.
A lo largo de su libro,  Ratzel nos  dejó  una serie de capítulos que parecen una serie de cuadros costumbristas que bien podrían estar firmados por el pintor mexicano José María Velasco (1840-1912). Su impresionante descripción del  paisaje y de los detalles, producto de una visión educada en  el naturalismo del  siglo  XIX, predomina a lo largo de  su  obra, e incluso  la  utiliza para explicar el  devenir histórico de  la  sociedad, empleando  para ello  la  analogía entre la  evolución de  las  especies naturales y la humana. De aquí que también utilice el término “degeneración” para referirse a los  grupos humanos que no  han alcanzado el grado más alto de  la evolución. En sus comparaciones entre distintas sociedades Ratzel establece un  parámetro evolucionista, de  manera que países como  Estados  Unidos, Inglaterra y Alemania están ubicado en el punto más alto  de la evolución social, y países como  México se han quedado rezagados o han degenerado en esa línea evolutiva. En este sentido, Ratzel es deudor de  los  naturalistas del  siglo XVIII que sostenían que la especie humana derivó en una diversidad de razas debido a los cambios y degeneraciones provocados por los distintos factores del medio ambiente.
Otro  elemento de  juicio  y de  comparación al que recurre Ratzel para explicar las  diferencias entre los pueblos es el término de  “civilización”. Esto parece ser  un  elemento novedoso y particular del  discurso de  Ratzel,  la autoconciencia de  los elementos civilizatorios como  otro  modo de comparar la evolución y las diferencias entre los pueblos. En este reordenamiento del mundo humano y social dos  factores desempeñan un papel central: el control y el dominio humano sobre la naturaleza externa, por un lado,  y el control de sí mismo por el otro.
Desde este nuevo punto de  vista, la evolución, que se parece mucho al progreso, tiene que ver  con  el grado de  dominio que el hombre tiene sobre la naturaleza, de tal manera que ésta quede al servicio, usufructo y goce de  los seres humanos. Así, los pueblos civilizados son  aquellos que han logrado en  gran medida transformar la naturaleza para usarla en  su provecho y beneficio; en  cambio, los pueblos que siguen dominados por los  ciclos  vitales de  la  naturaleza serán pueblos incivilizados. Por  otro lado,  entre estos elementos civilizatorios se cuentan las  formas y manifestaciones de  autocontrol de  la misma naturaleza humana y del  refinamiento y pudor en las maneras de comportarse en sociedad, elementos y conductas que se observan en  los pueblos civilizados y de  los que carecen  los que no lo son.
Así  pues, con  este utillaje mental Ratzel describe la realidad mexicana.  En  cada capítulo o cuadro retrata una naturaleza exuberante y rica, de  grandes proporciones, a veces virgen e inexplotada. En medio de  esa naturaleza rica  y densa hay  apenas unos tímidos brotes de  humanidad, hombres y mujeres que viven en  chozas de  palmas y carrizo, con  piso  de tierra y que duermen en  hamacas, comen tortillas, chile, frijoles y carne seca, pero no tienen utensilios para comer, ni mesa o sillas para sentarse. Para Ratzel que nos  da estas impresiones etnográficas esto es la barbarie o casi  la barbarie: una naturaleza rica  en elementos y recursos que no es explotada por el hombre, y hombres en estado de barbarie.
La explicación que da Ratzel ante este estado de incivilización es que los indios de  México están en  el último grado de  la línea de  la evolución humana, que trescientos años de colonización por parte de los españoles no significó un gran avance civilizatorio debido a que los mismos españoles  son  un  pueblo rezagado en  términos evolutivos respecto de  los pueblos  sajones. Dice también que la rica  naturaleza condicionó a los indios a  vivir  con  el  menor esfuerzo, dado que todo su  sustento lo proveía la naturaleza sin  mucho esfuerzo, y por ello los indios son  flojos y no tienen ganas de vivir mejor.
En contraste con  el retrato portentoso de  la naturaleza, el autor hace un  retrato muy  pobre de  la vida  social y económica de  los mexicanos. Su viaje  lo tuvo que hacer en gran parte a lomo de mula, debido a la carencia de  buenos caminos carreteros. En los años que Ratzel visitó México sólo existía el ferrocarril de México a Veracruz, y en la mayor parte del territorio mexicano seguían usándose lo viejos caminos heredados del  periodo colonial, los  cuales en  su  mayoría estaban en  malas condiciones, de  tal manera que eran sólo  parcialmente transitables por  carretas. Comenta el autor que había tramos donde los caballos se hundían hasta el pecho en  lodazales que amenazaban con  tragárselos por  completo y barrancas donde era  muy  fácil despeñarse. De ahí  la ausencia de un  comercio vigoroso  que activara la economía del país.
Conforme Ratzel se adentraba en  el territorio y se acercaba a los centros urbanos de  mayor importancia, iba  constatando la herencia colonial española y  la  diversidad de  razas y  clases sociales. Sólo  la  ciudad de México, Puebla y Oaxaca le  dieron una buena impresión como  centros urbanos, pero en  última instancia nunca se comparaban con  las  grandes metrópolis de  Europa y los Estados Unidos. Su análisis social y etnográfico siempre está supeditado a su  concepción racista y eurocentrista generalizada a  fines del  siglo XIX entre los  científicos sociales. Aunque considera que no  todos los  productos de  la mezcla de  razas son  malos, dice  que los mestizos en su mayoría quieren convertirse en blancos, “sólo que empeorados”, que “tienen mucha similitud con  los  indios semicivilizados, y que les  falta ese sentimiento de  inferioridad que convierte al negro y al indio promedio en  seres provechosos y disfrutables”. Para el autor el mestizo no carece de  inteligencia pero sí de  carácter, y lo considera un advenedizo.
Además de los apuntes de viaje, Ratzel incluye en su libro un capítulo sobre las condiciones sociales de México, otro  sobre el sistema educativo y uno  más sobre la historia mexicana reciente, y finalmente otro  sobre la colonización en México. En ellos  hace un certero análisis de la historia de la primera mitad del  siglo XIX en  México, influido principalmente  por  los escritos de Lucas Alamán, y propone algunas medidas para que el país se desarrolle económica y socialmente, como  la construcción de  caminos y del ferrocarril, la estabilidad política y la pacificación, cosas que son  necesarias para poder recomendar la inmigración y la colonización extranjera en México.
Pero  según como  encontró las  condiciones sociales, económicas, políticas y culturales en  México de  1874-1875, Ratzel advierte que no  es recomendable enviar colonos a México; prefiere recomendar muchas partes de  Canadá como  destino de  inmigración antes que cualquier parte de  México, “así fuera ésta más paradisiaca”. Asegura que un  problema fundamental para ello  es que México tiene una cultura muy  arraigada con  la cual  es difícil  salir  adelante, mientras que en  Canadá hay  muchas facilidades para echar raíces en un suelo nuevo. Y agrega que no niega la riqueza natural que tiene México, ni las  perspectivas que se abren para éste en  el futuro, pero sostiene que un  desarrollo sano no es posible, en general, en  tanto la población no esté sujeta a un  gobierno firme  que dé tranquilidad y garantías para las personas y sus bienes y que se preocupe de dar  apertura al país mediante la construcción de caminos y una buena administración lo más honrada e inteligente posible.
Para Ratzel, como  para muchos otros extranjeros y mexicanos, la solución  sólo podría venir de los Estados Unidos y concluye en los siguientes términos:

Sin duda estos mismos también tienen razón cuando agregan que para la República de México un recorte adicional de su norte sólo podría redundar en  beneficio. Este país sin  duda es demasiado grande para su raquítica inteligencia, su  escasa población y sus pésimos caminos, lo que se evidencia de  manera muy  clara en  que la autoridad del  gobierno central en los estados periféricos es prácticamente nula.

Ratzel ya no estuvo en México para contemplar la obra del prolongado régimen porfiriano, que puso en práctica muchas de las recomendaciones que él hizo  cuando Díaz estaba en vísperas de tomar el poder.