Resumen:

El propósito del presente artículo es dar a conocer la vida de Juan Díaz de Arce, religioso y catedrático de la Real Universidad de México, quien vivió durante la primera mitad del siglo XVII. Por medio de su obra, Libro de la Vida del Próximo Evangélico el Venerable Padre Bernardino Álvarez, Díaz de Arce difundió la labor hospitalaria en Nueva España narrada por los Hermanos de la Caridad como sus protagonistas. El texto de Díaz de Arce se considera una fuente primaria nodal para el estudio de la historia de los hospitales, e inscribe al autor como cronista de las órdenes hospitalarias en México.

Abstract:

The aim of this article is to present the life of Juan Díaz de Arce, religious and professor at the Royal University of Mexico, who lived during the first half of the 17th century. Through his work, Libro de la Vida del Próximo Evangélico el Venerable Padre Bernardino Álvarez, Díaz de Arce spread knowledge of the religious hospital work in New Spain narrated by the Brothers of Charity as its protagonists. Díaz de Arce’s text is places the author as a chronicler of the considered thus a key primary source for Hospital Orders in Mexico.

Palabras clave:
    • Crónica novohispana;
    • hospitales;
    • órdenes hospitalarias;
    • Real Universidad de México;
    • siglo XVII;
    • virreinato.
Keywords:
    • Hospital Orders;
    • hospitals;
    • Novo-Hispanic chronicle;
    • Royal University of Mexico;
    • viceroyalty;
    • 17th century.

Introducción

Juan Díaz de Arce (1594-1653) fue un criollo novohispano, teólogo y catedrático de la Real Universidad de México, reconocido por su notable trayectoria intelectual, por lo que ha sido comparado con Carlos de Sigüenza y Góngora y sor Juana Inés de la Cruz (Cuevas, 1924, p. 464). Dedicó parte de su vida a escribir el Libro Primero del Próximo Evangélico Exemplificado en la Vida del Venerable Bernardino Alvares... Patriarca de la Orden de la Caridad... que fundó en S. Hypolito de México, aprobada y priuilegiada por... Gregorio XIII, Sixto V, Clemente VIII y Paulo V, México: Imprenta de Juan Ruiz, 1651. Esta obra se considera una crónica de la vida de Bernardino Álvarez y la labor hospitalaria de los Hermanos de la Caridad, ya que describe la vida dentro del Hospital de San Hipólito contada por sus protagonistas.

En la primera parte de este artículo se lleva a cabo una revisión de la vida de Juan Díaz de Arce, sus logros académicos, formación intelectual, labor dentro de la Iglesia y los cargos que ocupó, así como sus actividades dentro de la Real Universidad de México. En la segunda parte de esta investigación se hace una reseña de la obra escrita de Díaz de Arce. Se presentan sus diferentes aportaciones y, en forma particular, el ya mencionado Libro Primero del Próximo Evangélico Exemplificado en la Vida del Venerable Bernardino Alvares.

En la tercera sección se presenta, en términos generales, una visión de la atención hospitalaria durante el siglo XVI en Nueva España, con el fin de comprender las características sociales y religiosas que dieron origen a la fundación de hospitales para indígenas, españoles, negros y castas; también para los afectados por enfermedades contagiosas y no contagiosas. Asimismo, en este apartado se contemplan la fundación del Hospital de San Hipólito y la labor de los Hermanos de la Caridad, que expone en su obra Díaz de Arce.

Lo anterior permitirá situar a Juan Díaz de Arce como cronista de hospitales, labor que realizó al percatarse que no existía una historia del trabajo hospitalario de la orden de San Hipólito. Plasmó dicha crónica en dos volúmenes de gran valor cultural, intelectual y artístico por tratarse de una obra representativa del barroco mexicano y un antecedente literario de la poesía mexicana (Carreño Velázquez, 2013, p. 29).

Panorama historiográfico

No existe una biografía oficial de Juan Díaz de Arce, lo que se conoce sobre este personaje es gracias a las breves menciones de diversos autores, cada uno desde su perspectiva, por lo que a continuación se exponen los textos revisados. Entre las fuentes religiosas que en el siglo XVII se han ocupado de él se encuentra: La Vida del Venerable Bernardino Álvarez, Fundador de la Orden de la Caridad, del jesuita Francisco García (1678), donde menciona la importancia de la obra de Díaz de Arce para el desarrollo de su trabajo. Como los Hermanos de la Caridad no dejaron nada escrito sobre la labor del siervo de Dios, Bernardino Álvarez, pasó casi un siglo para que una pluma exaltara a este personaje, por lo que el libro de Díaz de Arce, representó una obra fundamental para conocer a la congregación de los Hermanos de la Caridad y a Bernardino en el viejo mundo.1 Sor Juana Inés de la Cruz (2016) hace mención de Díaz en su memorable obra Respuesta a Sor Filotea: “Varón venerable en letra y virtudes” (p. 65), nombrándolo así por ser un erudito en el estudio de las sagradas escrituras. Sor Juana utiliza la obra de Díaz de Arce, titulada Studioso Bibliorum, para fundamentar sus postulados.

Por otra parte, en su Teatro Mexicano, Descripción Breve de los Sucesos Ejemplares, Históricos y Religiosos del Nuevo Mundo de las Indias, Agustín de Vetancurt (1870, p. 329) menciona a Juan Díaz de Arce como escritor del texto Próximo Evangélico, y su importancia por los datos biográficos que aporta sobre Bernardino Álvarez. En el siglo XIX, en el libro El Obispado de Yucatán. Historia de su Fundación y de sus Obispos, desde el siglo XVI hasta el XIX, Crescencio Carrillo y Ancona (1892, pp. 465-70) ofrece información acerca de la educación que recibió Díaz de Arce, su labor dentro de la Real y Pontificia Universidad de México, los puestos que ocupó en la Catedral Metropolitana, además de un panorama de su obra escrita.

Así también, los textos clásicos de historia eclesiástica incluyen algunas otras noticias acerca del personaje: en Historia de la Iglesia en México, Mariano Cuevas (1924, p. 464) presenta datos biográficos y de su destacada labor y personalidad; en Diócesis y Obispos de la Iglesia de México de 1519 a 1939, José Bravo Ugarte (1941, p. 56) mencionó su fecha de nacimiento y muerte, incluyéndolo dentro del obispado de Yucatán.

En estudios recientes, en el libro El Clero Secular en la Diócesis de México. 1519-1650, Antonio Cano Castillo (2017, pp. 329-31), de la Universidad Pontificia de México, abarca de forma más amplia varios aspectos de la vida del autor que nos ocupa, destaca la importancia de la formación intelectual de los sacerdotes seculares y sus aportaciones, y entre estos la de Díaz de Arce, y su paso como becario del Colegio de Santa María de Todos los Santos y de la Universidad.

Desde el punto de vista de los estudios de la Universidad, son varios los autores y las obras que describen la labor de Juan Díaz de Arce dentro del claustro universitario: Crónica de la Real y Pontificia Universidad de México, escrita en el siglo XVII, de Cristóbal Bernardo De la Plaza (1931, pp. 242-44, 267); Efemérides de la Real y Pontificia Universidad de México, según sus Libros de Claustro, de Alberto María Carreño (1963, pp. 153, 158, 162, 166, 197, 201); Reales Cédulas de la Real y Pontificia Universidad de México de 1551 a 1816, de John Tate Lanning (1946, pp. 45, 65, 72), y finalmente, la monografía Universidad de Doctores, México, Siglo XVII, de Leticia Pérez Puente (2000, pp. 87, 199, 217). Todos ellos ofrecen una visión de conjunto sobre la Real Universidad de México, presentando la organización del gobierno universitario, el funcionamiento de los claustros, el papel del maestrescuela y de los doctores, y describiendo el papel de Díaz de Arce y su desempeño en cada una de estas actividades.

Cabe resaltar que Juan Díaz de Arce ha sido citado por historiadores reconocidos por sus estudios sobre la historia de la medicina y de los hospitales, como es el caso de Francisco de Asís Flores y Troncoso (1982, pp. 48, 66, 269), quién hace mención del Hospital de San Hipólito y refiere a Díaz de Arce. Josefina Muriel (1956, pp. 187-225), a su vez, toma múltiples referencias del Libro del Próximo Evangélico, y describe la fundación y los hospitales de los Hermanos de la Caridad. Asimismo, Francisco Fernández del Castillo (1983, pp. 151-59), quién a partir de la obra de Díaz de Arce estudia el hospital de Oaxtepec, y la labor de los Hermanos de la Caridad.

Ernestina Jiménez (1992, pp. 455-67) cita a Díaz para narrar la biografía de Bernardino Álvarez y el desarrollo de toda su obra hospitalaria. Por su parte, Germán Somolinos (1976, pp. 37-52) analiza la obra de Díaz y considera al Hospital de San Hipólito como el primero en la atención a enfermos mentales en América. Cristina Sacristán (2005, p. 14) de igual forma recurre a Díaz para describir a Bernardino Álvarez. Estos historiadores coinciden en señalar el valor del Libro de la Vida del Próximo Evangélico el Venerable Padre Bernardino Álvarez como una referencia primaria para el estudio de la historia del Hospital de San Hipólito, del Hospital de Oaxtepec y de la vida y obra de Bernardino Álvarez, pero según mis investigaciones, no existe aún una obra dedicada al estudio de su crónica.

En cuanto a los compendios bibliográficos, en Biblioteca Hispana Americana Septentrional, José Mariano Beristaín de Souza (1816, pp. 98-99) menciona los cuatro libros de la vida del próximo evangélico, los años en que se publicó y la imprenta. Por su parte, en Bibliografía Mexicana del siglo XVIII, Nicolás León (1902, pp. 197-98) refiere la obra de Díaz de Arce, aunque no realiza ningún estudio a propósito de esta. Otro trabajo que documenta el conocimiento de la obra es Correspondencia de Nicolás León y Joaquín García Icazbalceta de Ignacio Bernal (1982, p. 195); en una carta fechada en agosto de 1888, Nicolás León realiza una crítica al libro de Díaz de Arce, catalogándola con una gran cantidad de “moralidades” y de ser demasiado amplia.

Debido a que el Libro de la Vida del Próximo Evangélico es una obra del siglo XVII, es importante revisar los criterios de publicación que se siguieron para un caso como el abordado, por lo que sustentamos el análisis de acuerdo con lo señalado por la maestra Elvia Carreño Velázquez (2013, pp. 22-23); esto es, tomar en cuenta las leyes que la Corona emitió para el control, la publicación y la distribución de libros durante la época virreinal, así como las corrientes artísticas y literarias que imperaban.

Finalmente, cabe agregar el estudio sobre historia sagrada, dedicado a las órdenes mendicantes y hospitalarias, en el que Antonio Rubial hace referencia al libro de Juan Díaz de Arce, trabajo que es publicado en el volumen Historia de la Literatura Mexicana, editado por Beatriz Garza Cuarón y Raquel Chang-Rodríguez (1996, pp. 345-46), dentro de la revisión que hace de la literatura hagiográfica, destaca el libro de la biografía de Bernardino Álvarez y su labor en beneficio de los enfermos y locos.

En lo que concierne a las fuentes de archivo, en los expedientes del Archivo General de la Nación (AGN), fondo Instituciones coloniales, ramo Universidad, que abarcan el periodo comprendido entre 1613 a 1653, se encuentran las Actas de Claustro pleno, donde se consignaban todas las actividades que Juan Díaz de Arce realizó en la Universidad. Se encontraron también cédulas reales relacionadas con la promoción como arcediano y otras actividades relacionadas con su labor como maestrescuela. En cuanto a los documentos del Archivo del Cabildo Catedral Metropolitano de México (ACCM), se consultaron volúmenes relacionados con sus actividades en la Iglesia. La presente biografía de Díaz de Arce es resultado de esta búsqueda y de la consulta de fuentes primarias en ambos archivos mencionados.

El origen de un cronista

Juan Díaz - o Diez - de Arce nació en la Ciudad de México, en el año de 1594,2 como hijo legítimo de Miguel Díaz Barrionuevo y de doña María de Herrera. Ingresó al Colegio de Santa María de Todos Santos el 23 de octubre de 1603, según consta en el catálogo de colegiales elaborado por Juan Bautista de Arechederreta (1796, p. 20), donde se incluye el año de entrada al colegio y los cargos que ocuparon los colegiales. El Colegio fue fundado por Francisco Rodríguez Santos, tesorero de la catedral en 1573, quien se encargaba de la formación de jóvenes criollos para ocupar funciones seculares y eclesiásticas, junto con otros colegios de prestigio, como el de San Ildefonso (Pérez, 2000, p. 51). Entre 1550 y 1650 se crearon varias instituciones educativas que abrieron el espacio para la formación del clero secular, con lo cual dicha fracción del clero se consolidó en Nueva España a mediados del siglo XVII (Rubial, 2013, p. 207).

Para el 10 noviembre de 1613, según consta en archivos, Juan Díaz de Arce acudió como Consiliario de Santos a la junta de claustro pleno en la Real Universidad de México.3 Entre las funciones de este órgano estaba la elección del rector y de nuevos consiliarios. El claustro pleno era el máximo consejo resolutivo, precedido por el rector y el maestrescuela. Integrado por consiliarios, maestros, doctores, catedráticos y diputados se encargaba de las reformas de los estatutos y de la revisión de los problemas más importantes. Todas las actividades del claustro pleno quedaban consignadas en actas, por lo que en las de 1616 se consignó que Juan Díaz de Arce solicitó dispensa de la pompa necesaria para obtener el grado de doctor en teología.4

En la Real Universidad fue catedrático de filosofía dos veces y de sagrada escritura durante 30 años. Según José María Gallegos Rocafull, Díaz de Arce fue el más destacado profesor de filosofía del siglo XVII (Gallegos, 1974, pp. 224-25, 307). Acudo a la descripción que Mariano Cuevas (1924) hizo de Díaz de Arce:

Su aspecto venerable y anciana persona demostraban lo profundo en sus letras e intrínseca virtud, asistiendo con tanta continuación a los divinos oficios en las prebendas que obtuvo. Fue muy honesto, así en su traje y porte, como en sus acciones. Y para memoria estaba su retrato en la sala de actos literarios de dicha Universidad, con una tarjeta en que estaban escritas las dignidades que ocupo y en la mano derecha el libro que dejo escrito (pp. 464-65).

Fuente: Museo Nacional del Virreinato, https://mediateca.inah.gob.mx/object/pintura:2442

De acuerdo con la documentación de la Real Universidad de México, Juan Díaz de Arce fue convocado al claustro universitario como examinador, catedrático de propiedad de teología y artes. Participó en el nombramiento de diversos rectores, a quienes también juró obediencia, entre 1616 y 1643.5 El 29 de enero de 1634 fue nombrado canónigo.6

El 8 de enero de 1644 tomó posesión como maestrescuela,7 después de dos años del fallecimiento de Luis de Herrera.8 Esta era una de las cinco dignidades del cabildo de la Catedral Metropolitana; el maestrescuela se encargaba de formar y supervisar la enseñanza de la diócesis, así como de examinar los títulos y supervisar todo el proceso de incorporación de los grados en todas las facultades. Este cargo lo ocupó hasta 1653. Como una curiosidad que denota la personalidad de Juan Díaz de Arce, cabe señalar que se encuentra dentro de la lista de doctores con mayor asistencia al claustro pleno, registrando 53 asistencias (Pérez, 2000, p. 217).

Mariano Cuevas (1924, p. 464) compara a Díaz de Arce con sor Juana Inés de la Cruz y Carlos de Sigüenza y Góngora por su respetable labor en los altos niveles eclesiásticos y universitarios. Asimismo, el autor considera que la mejor obra de hermenéutica sacra de ese tiempo fue el Cuestionario Expositivo para la más Cara Inteligencia de las Sagradas Escrituras, publicada entre 1647 y 1648. Al respecto, Cuevas (1924) añade:9

Desde su niñez asistió a esta Real Universidad, donde recibió los grados de bachiller en las facultades de artes y de teología. Fue catedrático temporal de artes por oposición del doctor don Agustín de Barrientos. Obtuvo la sagrada escritura. Fue maestrescuela de la santa iglesia, y haciéndole su Majestad merced del arcedianato, respondió con estas palabras: Arce di no, que junta la dicción, equivale a la renuncia de arcediano. Propuesto para Obispo de Honduras, con graciosa humildad respondió haber tomado el consejo de su madre: “que no se viese en honduras”. (p. 464)

En 1647, Felipe IV lo nombró arzobispo de Santo Domingo, cargo que no aceptó para continuar con sus estudios. Con dicho nombramiento su nombre quedó inscrito en la tabla díptica de aquella Iglesia primada de las Indias (Carrillo, 1892, p. 465). Posteriormente fue nombrado obispo de Yucatán (Bravo, 1941, pp. 55-56), dignidad que nunca ocupó porque murió al poco tiempo, el 1 de junio de 1653, y fue sepultado en la capilla de San Felipe de Jesús, en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.

La obra escrita de Díaz de Arce

Nuestro cronista fue considerado un erudito en las ciencias eclesiásticas, como queda demostrado en sus obras. Hay testimonios de que sus escritos fueron parte de bibliotecas privadas, como la de Agustín Bechi, José Antonio Rangel, Ignacio Rodríguez Navarijo, Francisco González y Avendaño (García, 2020, pp. 296-97).

En la actualidad, estas obras se encuentran digitalizadas, lo que facilita su acceso. También se encuentran físicamente en varias bibliotecas, como la Biblioteca Nacional de México, la Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid y Biblioteca Nacional de España, entre otras.10

A continuación, se presenta una reseña de la obra publicada de Díaz de Arce.

  • 1. Libro Primero y Segundo del Próximo Evangélico Exemplificado en la Vida del Venerable Bernardino Alvares [...] Patriarca de la Orden de la Caridad [... ] que fundó en S. Hypolito de México, compuesta por Don Juan Dias de Arce, aprobada y priuilegiada por [...] Gregorio XIII, Sixto V, Clemente VIII y Paulo V. México, 1651.

Fuente: Díaz de Arce (1651).

  • 2. Libro Tercero y Cuarto del Próximo Evangélico, trata de la Hermandad Religiosa que instituyó en México Metropoli del Nuevo Mundo, el Venerable Bernardino Alvares, Religión Aprobada y Privilegiada por los Beatisimos Pontifices Gregorio XIII, Sixto V, Clemente VIII y Paulo V, compuesto por Don Juan Dias de Arce, con licencia en México por Hipólito de Ribera, año de 1652. Ambos documentos fueron escritos en español. Se trata de una obra de carácter hagiográfico, en la que se buscaba exaltar la figura de Bernardino Álvarez, con el fin de que fuera beatificado. Esto no se logró, pero es posible encontrar en la obra el relato de la fundación de la Orden de los Hermanos de la Caridad y su trabajo dentro de sus fundaciones hospitalarias, en un marco religioso y filosófico. En 1761 se editó una versión compilada de este libro.

Fuente: Díaz de Arce (1652).

  • 3. Libro de la Vida del Próximo Evangélico el Venerable Padre Bernardino Álvarez, Patriarcha y Fundador de la Sagrada Religión de la Charidad, y d. Hypolito Martyr en esta Nueva España, Confirmada y Aprobada por Nuestro Smo. Padre el Señor Innocencio XII, compuesto por D. Juan Dias de Arce, reimpreso en México en la imprenta Antuerpiana de D. Christoval. D. Phelipe Zuñiga y Ontiveros. Calle de Palma. Año 1762.

  • 4. Quaestionarium Expositivum Pro Clariori Intelligentia Sacrorum Bibliorum. 3 libris constans: 1. De essencia Sacra Scripturoe. 2. De ejus authentica existentia. 3. De variis ejusdem sensibus. Por Juan Dias de Arce. Impreso en México. Ruíz, 1647. En Nueva España se cultivaron intensamente los estudios bíblicos. En la universidad existió una cátedra de Sagrada Escritura, de la cual fue erudito Díaz de Arce. La obra es resultado de la labor docente durante 20 años, habría de constar de cinco libros, pero en este tomo solo hay tres. En ellos se estudia la inspiración, la verdad y la autoridad de los libros sagrados; el canon de la Sagrada Escritura; las lenguas en que primitivamente fue escrita y las principales versiones que de ella se han hecho, extendiéndose en el estudio de la Vulgata11 con claridad y distinción. Este fue un excelente manual pedagógico, escrito en latín, que pone de manifiesto la seriedad de los estudios que se hacían en la Universidad (Gallegos, 1974, pp. 224-25).

  • 5. Quaestionarii Expositivium Liber Quartus de Studioso Biblorum S.S. Dom. Inocentio X Pontif. Max. Nuncupatus. Impreso en México, Ruíz, 1648. El autor da noticia de los estudios bíblicos en Nueva España y toma como modelo al venerable Gregorio López.

  • 6. Opus de Studioso Sac. Bibliorum Opus de studioso sac. Bibliorum / authore D. Joahanne Diaz de Arze sac. theologiae Doctore, & in Imperiali Academia Mexicana Sacrae Scripturae interprete, illiusque Metropolitanae Ecclesiae canonico celsitudini Regiae Eminentissimi D. D. presbyteri cardinalis Henrici Benedicti ducis eboracensium dicatum a P. M. Bernardino Membrive Ordinis Praedicatorum, Sac. Rit. Congreg. consultore, necnon cause V. S. D. Gregorii Lopez postulatore, Roma, 1750. Es la reimpresión hecha por el padre Bernardino Membrivis en 1750 del libro Quaestionarii Expositivium Liber Quartus de Studioso Bibliorum de Díaz de Arce, con el propósito de apoyar el proceso de beatificación de Gregorio López, que en ese momento era promovido en Roma (Carrillo, 1892, p. 466).

  • 7. Sermon Predicado en la Santa Yglesia Metropolitana de la Ciudad de México, el día de la Limpia Concepción de Nuestra Señora, año 1626/ por el doctor Juan Díaz de Arce Presbytero Cathedratico en propiedad de Sagrada Scriptura en la Real Vniversidad - con licencia en México por la viuda de Diego Garrido. México, 1627.

La asistencia hospitalaria en el siglo XVI

Con el fin de contextualizar la importancia del texto escrito por Juan Díaz de Arce acerca de la vida hospitalaria al interior de la fundación de los Hermanos de la Caridad, se presenta una breve reseña de las instituciones hospitalarias del siglo xvi. Durante esta centuria, la concepción de la asistencia hospitalaria estuvo ligada a la caridad, ya fuera para dar hospedaje al viajero, para que el enfermo se recuperase, convaleciese o tuviera una buena muerte.

Las instituciones hospitalarias tuvieron que surgir e instalarse para cubrir las necesidades más apremiantes de salud, dada la situación social que se presentó a partir de la conquista en Nueva España, en la que nativos y españoles debieron adaptarse a las epidemias, hambrunas y sequías. En un principio, estas instituciones fueron medios de conversión, pues atraían a los indios y les hacían ver el valor de la caridad cristiana.12 No obstante, también buscaron proteger la vida de los indios, ya que cada vez se encontraban más afectados por las epidemias, y, pese a que los misioneros no podían contrarrestar los estragos ocasionados por ellas, sí podían ofrecer un lugar donde los enfermos recibieran cuidados. A partir de esto se fundaron hospitales para indígenas, españoles, negros y castas, así como para enfermos contagiosos y no contagiosos.

Para 1567, año en que se fundó el hospital de los Hermanos de la Caridad, existían en la Ciudad de México los hospitales de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora u hospital del Marqués, fundado por Hernán Cortés entre 1521 y 1524, como obra pía, “para expiar sus culpas”, y como agradecimiento a Dios por haberle dado la victoria durante la lucha de conquista. El hospital de Cortés no fue una hospedería, ni casa de misericordia para pobres, ni un orfelinato, sino un hospital para enfermos pobres. El Hospital del Amor de Dios, fundado por fray Juan de Zumárraga, en 1539, estuvo apegado a la más pura tradición hospitalaria europea, como una obra de caridad. Se fundó dada la carencia de un hospital para enfermos sifilíticos, pues su situación era muy dolorosa y no había sitio para ellos en los hospitales existentes, como el Real de Naturales y el del Marqués (Muriel, 1956, p. 147). El Hospital Real de Naturales, fundado hacia 1531 por los franciscanos de la Ciudad de México, probablemente surgió a raíz de la epidemia de tepitonzahuatl o sarampión, que se presentó en aquel año. Para 1552, el hospital fue llamado Sanct Joseph de los naturales. Como estuvo bajo el amparo de la Corona se le agregó el carácter de “Real” y brindó atención a los indios pobres y a quienes llegaban de fuera se les dio albergue (Muriel, 1956, pp. 115-17). El Hospital de San Lázaro, conocido también como de “Tlaxpana”, fue fundado por Hernán Cortés, entre 1521 y 1524, con el objetivo de dar atención a los enfermos de lepra. Se instaló en las afueras de la ciudad, siguiendo las costumbres de la época, para evitar que el aire llevase los gérmenes nocivos a la población (Muriel, 1956, pp. 49-50).

En suma, a mediados del primer siglo novohispano, existían en la Ciudad de México cinco hospitales, extendiéndose poco a poco esta labor a lo largo del virreinato, cada uno con diferentes características, medios de subsistencia y apoyos económicos diferentes, dedicados a grupos sociales específicos, con lo que se pretendía mejorar las condiciones de enfermedad, hambrunas y desastres que se presentaron en Nueva España en el siglo XVI.

El próximo evangélico y el trabajo hospitalario

El Hospital de San Hipólito fue fundado en 1567, en Nueva España, por Bernardino Álvarez, originario de Utrera, Sevilla.13 Tras una vida azarosa se convirtió a la vida caritativa y destinó su fortuna al auxilio de convalecientes, enfermos y necesitados, según la usanza medieval. Díaz de Arce (1651) dice al respecto:

Bernardino Álvarez hecho elección del modo de vida, recibió el oficio de la Santa hospitalidad, ocupándose en servir y curar a los enfermos que acudían al Hospital del Marqués, que eran muchos, por no haber en aquel tiempo más de este hospital y el llamado del amor de Dios donde se curan las bubas. (p. 60)

Durante su estancia de 10 años en el Hospital de la Limpia Concepción, Bernardino Álvarez se percató de que una gran cantidad de enfermos que salían de dicho hospital necesitaban un lugar para convalecer, ya que solían recaer e inclusive terminaban en las calles. Algunos morían sin ningún tipo de auxilio, y observó que los viejos, los locos, los viajeros y los pobres necesitaban un lugar de asilo. Con la experiencia adquirida en este hospital, Díaz de Arce (1651) señalaba:

Reconoció daños, a que quiso aplicar remedios para diferentes suertes de enfermedad, vio que por la mucha cantidad de enfermos que al hospital acudían, casi antes de estar buenos, ni acabados de curar, los despedían forzosamente para que hubiese lugar de recibir a otros y estos convalecientes en saliendo de dicho hospital, como no tenían donde rehacerse con comodidad, se desmandaban y se hallaban por las calles, con lo que volvían a recaer. Por lo que decide fundar un hospital de Convalecientes. (p. 78)

El obispo Montufar apoyó la obra de Bernardino, y extendió una licencia el 28 de enero de 1567 para que se construyera el hospital en el terreno adyacente a la Ermita de los Mártires, bajo la advocación de San Hipólito, ya que el templo se encontraba en este sitio. En un principio se edificó de adobe y madera; posteriormente, se erigiría con piedra y mezcla (Moran, 1994, pp. 27-29).

El Hospital de San Hipólito fue de los primeros en fundarse en Nueva España, considerado en sus inicios como hospital general. Bernardino quiso darle a esta institución un carácter de beneficencia. Lo hizo público al escribir en una de las paredes “donde todos los pobres han de ser socorridos en cualquier necesidad que tuvieran” (Moran, 1994, pp. 28-29). Su función principal era socorrer a los necesitados, según el modelo de las “casas de misericordia” medievales. Con el paso del tiempo, el hospital se especializó en la atención de enfermos mentales. Se considera actualmente como aquel donde se atendía a los “locos” durante el periodo virreinal. No debe perderse de vista que fue concebido como un lugar para practicar la hospitalidad y dar hospedaje, pues en él se alojaron viajeros, estudiantes y sus priores, provenientes de otras ciudades para realizar una profesión religiosa (García García, 2017, p. 51).

Cuando inició sus funciones, lo hizo como una construcción de cuartos de adobe. Bernardino Álvarez lo levantó con sus propias manos y, a medida que fue adquiriendo solares vecinos, la obra creció. El hospital alojaba a los convalecientes del Hospital del Amor de Dios y de la Concepción. En la puerta había un letrero que decía: “En este hospital general, serán socorridos todos los que estuvieren en alguna manera necesitados” (Díaz de Arce, 1651, pp. 101-2).

Bernardino Álvarez no tenía ninguna formación religiosa ni médica, solo la experiencia que había adquirido como “enfermero”, así como su buena voluntad. Lo anterior contribuyó a que varios varones buscaran ayudarlo en esta obra, hasta que logró una estructura religiosa que habría de sostener su obra caritativa-hospitalaria. Para poder atender el hospital, fundó la primera orden mexicana, los Hermanos de la Caridad, conocidos también como Hipólitos, que durante su existencia desarrolló una importante obra a lo largo del país.

La organización se perfeccionó a través de las reglas y constituciones que elaboró el propio Bernardino, nombrando a los compañeros “Hermanos”, los cuales eran regidos por un “hermano mayor”. Estas constituciones, creadas al momento de su fundación en 1567, se encontraban colgadas en el refectorio (García García, 2018, p. 217). En ellas, se establecía la licencia y facultades otorgadas a Bernardino Álvarez para que libremente pudiera laborar en el hospital y fuera ayudado con limosnas por los fieles vecinos cristianos. El hospital quedaría bajo la protección y amparo del gobierno. Se regiría bajo los preceptos tridentinos en lo ordenado a los hospitales; además, se concedía licencia para que los Hermanos de la Caridad pidieran limosna (García García, 2018, pp. 218-21).

En las constituciones también se describían los espacios arquitectónicos del hospital y la distribución de los convalecientes, los “locos” y otros necesitados, así como la ubicación de las celdas, la cocina, la huerta y las salas para los pacientes, que se encontraban en la planta baja y alta en torno al patio (García García, 2018, p. 219). Hay especial atención a la localización de los dementes, con el fin de procurarles espacios amplios, cómodos y seguros y, sobre todo, un trato afectuoso (Moran, 1994, p. 76).

La congregación de los Hermanos de la Caridad practicó los tres votos canónicos: pobreza, obediencia y castidad, y añadieron el de hospitalidad. Fue la primera congregación religiosa que en Nueva España se dedicó a la hospitalidad, y sobreviviría durante 250 años más, tras la muerte de fray Bernardino Álvarez (Bernal Sagahon, 2011, pp. 132-33).

Tres momentos se presentan en la historia de los Hermanos de la Caridad. El primero coincide con la vida de Bernardino Álvarez, el fundador; el segundo abarca desde 1594 a 1700 y corresponde a las actividades de la congregación, la cual dio continuidad a la obra hospitalaria iniciada a partir de la creación del Hospital de San Hipólito de México. Finalmente, el tercer momento se inicia en 1700 con la conversión de la congregación en orden religiosa por el papa Inocencio XII.

Es importante señalar que, a finales del siglo XVI, los Hermanos de la Caridad de San Hipólito era la única orden hospitalaria existente en Nueva España. En esta época, de 30 hospitales que había en el territorio novohispano, 7 de ellos estaban a cargo de dicha orden. De ellos, 6 fueron establecidos gracias a la limosna pública.

Varios “Hermanos” se integraron a esta labor hospitalaria conforme se extendía por Nueva España, y se tiene conocimiento de algunos nombres como fray Domingo de Ibarra, quien estaba encargado del Hospital de la Santa Cruz de Cristo en Oaxtepec, junto con Esteban Herrera. Ambos utilizaban la herbolaria indígena, por lo que tuvo gran esplendor al lado de Gregorio López (Muriel, 1956, p. 199). Otros miembros que se conocen de esta orden fueron el hermano Esteban de Herrera, con amplio conocimiento en el uso de hierbas, en medicina y cirugía; el hermano Lope Rodríguez, con fama de milagroso, buen médico y cirujano, quien por sus capacidades era consultado por enfermos de muchos lugares lejanos. También el hermano Andrés Martin, reconocido por su gran eficiencia como médico y cirujano, y el hermano Gil Pérez, quien murió en el ejercicio de la medicina y que fuera ejemplo de entrega a su labor (Fernández del Castillo, 1983, p. 154).

La obra dedicada a la biografía de fray Bernardino Álvarez, titulada Libro de la Vida del Próximo Evangélico el Venerable Padre Bernardino Álvarez, Patriarcha y Fundador de la Sagrada Religión de la Charidad y y d. Hypolito Martyr en esta Nueva España, confirmada y aprobada por nuestro Smo. Padre el Señor Innocencio XII, fue publicada en 1651 (primera edición) y en 1652 (segunda parte). Se trata de una obra teológica y hagiográfica, pues fue realizada con el propósito de beatificar a este personaje del siglo XVI, pero también es la primera crónica sobre la labor hospitalaria de los Hermanos de la Caridad en Nueva España.14

La primera edición consta de cuatro libros, repartidos en dos tomos. En el primer tomo, el libro primero comprende la biografía de fray Bernardino Álvarez; el segundo aborda las fundaciones hospitalarias, y cada capítulo está dividido en tres secciones: doctrinal, historial y moral. El segundo tomo, que incluye los libros tercero y cuarto, tiene la misma estructura que el anterior. En este se mencionan los hospitales que formaron la red hospitalaria de los Hipólitos, así como los más importantes de los Hermanos de la Caridad.

Existen varios ejemplos de este tipo de obras, en las que se escribió sobre los que eran considerados “siervos” de Dios, que se les inició proceso para su beatificación en tierras novohispanas. En todos aparecen ejemplos de virtud, piedad, sacrificio y devoción, así como revelaciones y hechos sobrehumanos, encontrándose los “siervos de Dios” y los “venerables”, según su causa y proceso en Roma (Rubial, 1998, pp. 23-24); como ejemplos de esto se publicaron las vidas del franciscano Sebastián de Aparicio, en 1602, por fray Juan de Torquemada, y del ermitaño Gregorio López, en 1613, por Francisco Losa. Estas biografías quieren mostrar dos modelos de santidad (Rubial, 1998, pp. 25-26). De acuerdo con lo que el mismo Díaz de Arce señaló en su obra de 1651, en su época no existía una crónica histórica acerca de Bernardino Álvarez ni del Hospital de San Hipólito. Sin perder de vista el objetivo religioso del libro, entre sus líneas se puede identificar el desarrollo de la asistencia para los enfermos en dicho hospital. Como se he mencionado, al principio se consideró un hospital general y, con el paso del tiempo, se fue “especializando” en la atención de enfermos mentales. Esta obra se escribió por encargo de fray Alonso de Ayala, quien era provincial de la orden de los Hermanos de la Caridad en aquel momento, años después de la muerte de fray Bernardino. Díaz de Arce (1651) señala:

Porque pues en más de ochenta años no ha habido historiador que de propósito ni aun de pasada, haya referido el origen de la religión de la caridad fundada con el hospital general del glorioso mártir San Hipólito de México, originada en él para gloria de la imperial ciudad, y crédito del nuevo Mundo, cuando esta orden de la caridad que la vía con todos, no tenga Historiador, porque nació en las Indias. (pp. 30-31)

Sin afán de exaltar en demasía la imagen de Díaz de Arce, y para destacar la importancia de su obra, me parece pertinente transcribir el siguiente soneto:

Bernardino, el resplandor

Que vuestra humildad encubre,

Docto Arce nos descubre

Con científico primor.

Todo sois luz, todo amor,

Pero las cenizas frías, del olvido, poco pías,

Sepultaban vuestra gloria, hasta que la clara historia,

Nos amaneció de Díaz.

(Díaz de Arce, 1652, p. 15)

El Libro de la Vida del Próximo Evangélico es la narración de la obra hospitalaria de Bernardino Álvarez y de los Hermanos de la Caridad, y registra cómo era la asistencia hospitalaria, cuáles eran los preceptos que la sostenían, qué conocimientos existían en la época, cuáles eran las formas de cuidado hacia los enfermos, y refiere también algunos otros personajes de los que poco se conoce dentro del ámbito de la historia de la enfermería o de la medicina. El valor de este libro radica en que describe la vida dentro del hospital, contada por quién la vivió, como observa Julieta García García (2017):

Es importante contar la historia, y lo es más aún si quien la narra tiene prestigio y relación con los protagonistas de los hechos relatados, y los hermanos de la caridad vieron en Juan Díaz de Arce a la persona idónea para esta tarea. (p. 32)

Al revisar la obra de Juan Díaz de Arce, y dentro de un contexto completamente religioso, se pueden destacar algunos elementos de la historia del cuidado, que incluían la higiene, la alimentación, el aseo y el ambiente idóneo; sin dejar de lado el cuidado del alma y de lo espiritual. Todo esto se observaba en el hospital con el fin de mejorar la condición de los enfermos y cuidar a los convalecientes. Cabe subrayar que se vieron en la necesidad de incorporar lo que actualmente se conoce como “cuidados paliativos”.

La labor de fray Bernardino Álvarez y de los Hermanos de la Caridad consistió en ofrecer atención espiritual y corporal a los necesitados; no solamente recibían convalecientes, viejos, enfermos y locos, sino que también se daban a la tarea de alimentar a los pobres. Diario preparaban 400 comidas, tanto para quienes comían en el hospital como para viudas, doncellas y pobres vergonzantes que vivían afuera y había que llevarles el alimento (Díaz de Arce, 1651, p. 39).

En cuanto al trabajo de los Hermanos de la Caridad se pueden encontrar menciones a lo largo de la obra escrita por Díaz de Arce (1651) sobre el próximo evangélico, donde se describe su labor, así como algunos tratamientos, como consta en el siguiente apartado:

Descubriole las heridas, para dar el tanto del remedio a la medida de la necesidad, hechole vino modificante en las heridas, que no es buen Medico, el que no applica el remedio conforne al pasmo de la herida, echole azeite, para fomentarle las fuerzas al sujeto,y dalle que prevaleciere contra las heridas, con el fomento del azeite, atole y bendole las heridas para estancarles la sangre, y que obrasen mejor los medicamentos, cogiole sobre sus brasos, pusole sobre el jumento, en el que venía, llevosele al hospedage, donde pudiese descansar. (p. 138)

La atención de los locos también se llevó a cabo bajo ciertas reglas: se les mantenía limpios y cómodos, así como la interacción con los demás pacientes. No obstante, se les aislaba cuando estaban furiosos y se les reprimía en “bretes”.15 Según Díaz de Arce (1651):

Estos pobres innocentes son piedras vivas, necesitan de sustento, para vivir…que si no se les prepara el alimento moriran de hambre […] por ello les dio su quarto y su alojamiento […] en comunidad cuanto este sossegados, y en jaulas y bretes los reprimiessen, estando furiosos. (p. 81)

En el Hospital de San Hipólito, no se contaba con un médico; sin embargo, los religiosos eran “entendidos” en medicina y cirugía. De acuerdo con Díaz de Arce (1652), sabían utilizar plantas medicinales, principalmente en el Hospital de la Santa Cruz de Oaxtepec:

Experimentabase grandemente esta utilidad, por el tiento, y experiencia con que cuydaban de las drogas de botica, y vio de hierbas medicinales, faciles, y suaves: por la ciencia, experiencia, y practica en la cirugía, y medicina. (p. 84)

El Hospital de Oaxtepec se fundó en un lugar privilegiado por su buen clima, de buenos aires y fuentes de aguas saludables. Los médicos de la época recomendaban que allí acudieran los enfermos de difícil manejo, tal como señala Fernández del Castillo (1983):

Los que estan gravados de humores gruesos; sangre requemada; de dolores y bubas; que como hay en la Nueva España, y dondequiera lugares muy húmedos que comunmente ocasionan estos achaques. Vienen también personas lisiadas de gravísimas enfermedades, que juzgándose por incurables vienen a buscar remedio a las ojas de sanidad de la Santa Cruz de Huastepec. (p. 154)

Por estos beneficios acudieron clérigos, religiosos, españoles, mestizos, mulatos, negros, indios y mujeres, “así como de naciones extranjeras”. En el hospital había salas, enfermería, baños y curas de medicina y cirugía (Fernández del Castillo, 1983, p. 154).

El “acucioso cronista” - así se refiere Fernández del Castillo a Díaz de Arce - menciona en su libro que Gregorio López llegó a vivir en Oaxtepec, dados sus problemas de salud, acompañado de su amigo el padre Losa. Ahí, Gregorio López se dio a la tarea de tratar a los enfermos, ya que era muy inteligente en el “arte de la medicina”, pues recetaba admirables remedios y era buen herbolario. Durante su estancia en Oaxtepec, escribió Tesoros de Medicinas para Diversas Enfermedades. Para la cura fácil y socorrida de los próximos enfermos, no solo de Oaxtepec, sino de Nueva España (Díaz de Arce, 1651, p. 108). Este texto fue de gran utilidad en la época, porque no había médicos ni cirujanos en esa región; en su lugar, los Hermanos de la Caridad llevaban a cabo dichas funciones.

La ardua labor de la orden de Bernardino Álvarez se extendió más allá de las puertas del Hospital de San Hipólito y Santa Cruz de Oaxtepec. En un principio se organizaban recuas de 100 mulas que, junto con los hermanos, viajaban a Veracruz a esperar a las flotas que llegaban de España, con el objetivo de auxiliar a los viajeros enfermos y transportarlos a la capital del virreinato (Jiménez, 1992, p. 461). Era un viaje muy largo, y debían detenerse a descansar en casas o posadas. Con el tiempo, estos lugares inauguraron una cadena hospitalaria que primero se instaló en San Juan de Ulúa, en el Hospital de San Martín, para luego trasladarse a Veracruz. Como parte de esta cadena se abrieron más hospitales en Xalapa, en Perote y en Puebla, donde se fundó el Hospital de San Roque. Esto permitió que la labor de la orden hospitalaria tuviera un impacto importante en gran parte del territorio novohispano, al lograr, en palabras de Díaz de Arce, que mejorara la “calidad” de la atención a los necesitados. Se fundó también un hospital en Acapulco, y después de la muerte de fray Bernardino, los hermanos fundaron uno en La Habana, Cuba, y otro en Guatemala (Jiménez, 1992, p. 462).

Conclusión

Juan Díaz de Arce, personaje novohispano sobresaliente del siglo XVII, refleja a través de su vida las características sociales, culturales y religiosas de esa época, que dieron luz a una centuria en la que hubo un gran desarrollo en artes, ciencias, y en el punto de vista social destacó el surgimiento de un sentido nacionalista que dio origen al nacimiento de los “primeros mexicanos”.16 La vida de Díaz de Arce permite establecer la relación existente entre la Iglesia y la universidad, ya que muchos de los personajes importantes de esta época compartieron esta dualidad, tal como alumnos o catedráticos.

El “libro del próximo evangélico” es un ejemplo de la literatura hagiográfica, la cual se ha sometido a diferentes críticas, ya que no siempre se ha considerado como una fuente histórica. En ese sentido, Michel de Certeau (2006, p. 260) considera que la vida de los santos es parte de una historia social, de una comunidad, de una conciencia colectiva, lo que lleva al conocimiento de los sucesos históricos. Sin embargo, De Certeau también plantea que esto no es tan sencillo, ya que poder delimitar lo “histórico” de lo producido por la “espiritualidad” o la “fe”, establece un problema metodológico y un gran sesgo en la interpretación de los sucesos, que ni los más doctos en ocasiones pueden superar.17 De ahí la importancia del estudio de los personajes que la realizaron y sus vidas.

Esta obra es la descripción detallada y anecdótica de los sucesos en la vida de Bernardino Álvarez, el Hospital de San Hipólito, las diversas instituciones que conformaron esta magna obra de hospitalidad y caridad, representando un ejemplo característico de la literatura del siglo XVI y XVII en Nueva España, cuyo fin era dar a conocer a diversos personajes, cuyas vidas ejemplares favorecían el proceso de evangelización.

La lectura del libro a través de un enfoque hermenéutico permite conocer la visión de la atención hospitalaria desde el punto de vista del autor, por lo que se deben considerar los elementos teológicos, filosóficos, culturales y sociales, característicos de los siglos XVI y XVII y con ello reconocer a Díaz de Arce como historiador de hospitales, dando una visión distinta y complementaria a lo que ya se ha descrito sobre él. Además, la obra escrita ha sido una fuente fundamental para historiadores y escritores inclusive desde el mismo siglo XVII, con Francisco García, de la compañía de Jesús. Así lo manifiesta en su obra sobre fray Bernardino Álvarez, al decir que Díaz de Arce fue un “varón incomparable entre los que ha producido Nueva España por sus virtudes y letras y por la humildad con que renunció a mayores puestos y dignidades” (García, 1678, ‘apartado al lector’). Esto resalta nuevamente la imagen de dicho personaje y denota la importancia de su trabajo.

Para finalizar el presente artículo, acudo a las propias palabras de Díaz de Arce:

Concluyo con que, aunque habrá faltas, que note el advertido y cosas que heche de menos el curioso. Hay cosas que se deben empezar, aunque no se augure el intento de perfeccionarlas. Empezando a escribir algo de esta religión y sus hijos, fuera yo de dar motivo a otros historiadores, y los combide, a que añadan, a lo que aquí se apuntare, exploren, lo que se sumare, declaren lo que yo no alcance y finalmente amplifiquen lo que se hubiese abreviado. (Díaz, 1652 pp. 32-33)

Juan Díaz de Arce asumió el noble papel de historiador y, quizá sin proponérselo, llevó a cabo una significativa crónica de la labor hospitalaria.

Notas al pie:
  • 1

    Existe otra obra biográfica sobre Bernardino Álvarez, escrita por Francisco García, de la Compañía de Jesús, publicada en Madrid en 1678, y en el apartado “al lector” menciona que toma datos de la obra impresa en México por Juan Díaz de Arce en 1651.

  • 2

    En su obra, Bravo (1941) menciona que su fecha de nacimiento fue en 1592. En contraste, Carrillo y Ancona (1892) y Cano Castillo (2017) refieren que fue en 1594, y que nuestro personaje nació en Zacatecas.

  • 3

    AGN, fondo Instituciones coloniales, ramo Universidad, 23 de noviembre de 1613, vol. 9, exp. 54, fol. 64.

  • 4

    AGN, fondo Instituciones coloniales, ramo Universidad, 5 de mayo de 1616, vol. 9, exp. 67, fols. 91-92.

  • 5

    AGN, fondo Instituciones coloniales, ramo Universidad, 15 de noviembre de 1625, vol. 10, exp. 42-43, fols. 55-56; 13 de noviembre de 1634, vol. 11, exp. 55, fols. 51-52; 7 de noviembre de 1633, vol. 11, exp. 47, fols. 45-46; 27 de noviembre de 1629, vol. 11, exp. 16, fols. 13-16.

  • 6

    ACCM, vol. 9, 1633-1639.

  • 7

    ACCM, vol. 10, 1640-1650. AGN, fondo Instituciones coloniales, ramo Universidad, 8 de enero de 1644, vol. 12, exp. 34, fols. 31-33.

  • 8

    Luis de Herrera nació en Nueva España, hijo de un clérigo. Ingresó en 1582 al colegio de la Compañía, y luego a la Universidad de México, donde obtuvo el grado de licenciado en cánones en 1600 y de doctor en 1603 (Castillo, 2013, pp. 437-38).

  • 9

    Se refiere a Cristóbal Bernardo de la Plaza y su texto Crónica de la Real y Pontificia Universidad de México.

  • 10

    De acuerdo con la base de datos de WorldCat, los trabajos de Díaz de Arce se encuentran en 83 bibliotecas alrededor del mundo.

  • 11

    Se trata de una traducción de la Biblia hebrea al latín, realizada a finales del siglo IV por Jerónimo de Estridón.

  • 12

    Así lo manifiesta Robert Ricard (1986), al referirse a lo escrito por fray Pedro de Gante a Carlos V en Cartas de Indias (VIII, p. 52).

  • 13

    Según comenta José Fierros Millán (2009), el origen sevillano de Bernardino Álvarez pudo influir en su decisión de fundar un hospital, ya que la tradición hospitalaria era muy fuerte en España y, especialmente, en Sevilla.

  • 14

    En el libro Flos Sanctorum con sus Ethimologias. Lo Maravilloso Hagiográfico, Cortés Guadarrama (2018, p. 29) menciona que la importancia de los libros de hagiografía radica no solo en el hecho de poder estudiar los elementos inherentes de este género literario, como la catequesis y la propaganda cristiana, sino que, además, escondido entre múltiples milagros, datos biográficos, referencias geográficas o alusiones bíblicas, es posible rastrear el discurso de la medicina occidental arcaica. Esta se encuentra representada por la historia de Hipócrates y Galeno, hecho que no debe sorprendernos, pues gracias a la enorme difusión de la literatura bíblica durante el medioevo y su fuerte influencia en otros géneros, como el hagiográfico, sabemos que la medicina y el cristianismo gozarán de una feliz comunión. En efecto, las vidas de santos no son literatura popular, pues son en general obras de clérigos, que muestran a Cristo como médico de almas, o que describen con términos técnicos algunas de las enfermedades sanadas.

  • 15

    Cepo de hierro que se ponía a los reos en los pies para impedir que huyeran.

  • 16

    Expresión tomada del libro de Fernando Benítez, con ese título.

  • 17

    Él mismo lo comenta en su texto acerca de la escritura de la historia, pues señala que siendo un religioso - i.e., un jesuita -, le cuesta mucho trabajo abordar e interpretar la relación entre historia y religión (De Certau, 2006, p. 33).

Lista de referencias Archivos
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  • AGN - Archivo General de la Nación. Ciudad de México.
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